Mía llevaba más de dos horas al volante cuando
sus piernas comenzaron a quejarse. Le tomó varios minutos más por la desolada carretera
encontrar una gasolinera y cafetería donde tomar un descanso y ordenar una
bebida helada. Era mediodía y el calor era sofocante.
El lugar era
de una dudosa salubridad, pero la sonrisa de la mesera compensaba la falta de
higiene. Después de todo, sólo ordenaría una Pepsi y aprovecharía el receso
para releer los últimos correos electrónicos en su ordenador portátil, pero su
servicio de Internet móvil le dificultaba la tarea. Ella amaba la tecnología y
la idea de regresar a Lichtport le aterraba, pues era uno de esos pueblos
perdidos en el tiempo y en el mapa, y donde seguramente ni siquiera conocían el
significado de la palabra Wi-Fi. Por
fortuna, los últimos avances informáticos le permitían cargar orgullosamente su
tecnofilia a cualquier sitio que fuera. A veces el servicio fallaba y Mía no se
mordía la lengua a la hora de soltar insultos al aire, aunque eso atrajera la
sorpresiva mirada de quienes estuvieran cerca. Se preguntaba por qué demonios invertía
tanto dinero en todo eso, si no podía darle uso cuando quería.
Después de
unos intentos fallidos, logró la conexión y entró a su casilla de correo.
De: d_gentile@hotmail.com
Para: mgentile83@hotmail.com
Asunto: Hola
Fecha: Martes, 6 de abril de 2010 19:50:42
Para: mgentile83@hotmail.com
Asunto: Hola
Fecha: Martes, 6 de abril de 2010 19:50:42
Querida Mía, sé que esto te
sorprenderá, no sólo por el hecho de que yo esté usando este medio que no
termino de entender, sino además porque te escriba en lugar de telefonear. Han
pasado meses desde la última vez que hablamos y no has respondido mis últimas
llamadas. Quiero saber de ti, hija. Y considerando que tú amas los ordenadores
e Internet, pensé que sería bueno de mi parte hacer el intento.
Jared, el hijo de Nancy y Elías,
me ha prestado su notebook y creo que se está riendo a mis espaldas de lo lento
que soy escribiendo en esta cosa, pero creo que podré mejorar con un poco más
de práctica.
En fin, escríbeme, ¿sí? Tengo mi
propia dirección de correo electrónico. ¿Puedes creerlo? Jared la abrió para mí
y se encargará de chequearla a menudo.
Este correo debería emocionarte,
pero no olvides que aún existe el teléfono.
Te quiero.
Papá
De: mgentile83@hotmail.com
Para: d_gentile@hotmail.com
Asunto: RE: Hola
Fecha: Miércoles, 7 de abril de 2010 12:23:32
Para: d_gentile@hotmail.com
Asunto: RE: Hola
Fecha: Miércoles, 7 de abril de 2010 12:23:32
Papá, lamento no haberte llamado;
he estado muy ocupada últimamente y con mucho trabajo atrasado.
Es cierto que me sorprendió
recibir un correo electrónico de tu parte, pensé que jamás usarías algo así,
pero es bueno que lo intentes. ¡Bienvenido al siglo XXI!
Espero que todo esté bien por
allí. Aquí las cosas están iguales: aire contaminado, embotellamientos, delincuencia…
y todo lo que una metrópolis debe tener hoy en día. Claro que tú odias todo
eso, así que alégrate de seguir viviendo en Lichtport.
Hace unos días hablaba con
Vivian acerca del pueblo. Recordé su extraño microclima, sus aguas oscuras y
traicioneras, la lluvia que inunda las calles, ¡el insoportable viento que
arrastra arena por doquier! Pero también recordé que el aire es puro y la brisa
marina, relajante. Vivian cree que sería bueno para mí pasar unos días allí, visitarte
y limpiar mis pulmones y mi mente. Tal vez ayude a calmar esas imágenes en mi
cabeza que ni ella ni ningún otro psiquiatra ha logrado quitar por completo. Sabes
que no me gusta depender de los medicamentos y por suerte el tratamiento
ambulatorio que llevo con ella me ayuda mucho. ¡Ya van dos años sin tomar las pastillas!
Te volveré a escribir pronto.
Mía
De: d_gentile@hotmail.com
Para: mgentile83@hotmail.com
Asunto: RE: RE: Hola
Fecha: Viernes, 9 de abril de 2010 16:32:09
Para: mgentile83@hotmail.com
Asunto: RE: RE: Hola
Fecha: Viernes, 9 de abril de 2010 16:32:09
Es bueno saber que estás bien. Sé
que te sientes mejor con el tratamiento ambulatorio y esa Vivian está haciendo
un gran trabajo contigo. No la abandones, por favor. Suenas optimista y eso me alegra
mucho.
Quizás volver a Lichtport no sea
una muy buena idea. Desde que te fuiste, nunca has vuelto a visitar tu pueblo
natal y sé que no te gusta estar alejada de la civilización. ¿Pero quién sabe?
Tal vez tu psiquiatra tenga razón.
Si deseas venir, sólo
infórmamelo y prepararé tu habitación.
Papá
Mía no quiso
leer más.
Nunca imaginó
que viajaría a Lichtport dos semanas después de aquel correo para ver a su
padre por última vez en su funeral.
Terminó su Pepsi, se recogió su largo cabello oscuro y regresó a su coche. Aún tenía que conducir por una hora más.
En la radio
sonaba una vieja canción que su padre solía cantar y tocar en su guitarra las
noches de calor, cuando se sentaban en el porche trasero de la casa que daba a
la playa.
—Sixteen
tons, and what do you get? Another
day older and deeper in debt... —cantaba ella, recordando la letra y el
sonido de las olas que solía mezclarse con la voz de su padre, una voz que ahora
se había apagado y que volvía una y otra vez a su memoria como un acto
impetuoso e indeseado.
Desde que su
madre se la llevó del pueblo siendo una niña, Mía nunca había regresado y, por
lo tanto, desconocía el camino correcto. Tanto Lichtport como sus poblados vecinos
eran lugares escondidos entre pantanos y bosques, y la única señalización que había
en la carretera indicaba el camino a Ravensburg, el centro urbano más cercano,
una ciudad chica pero completa y la única que existía a casi cien kilómetros a
la redonda.
Lo único que
le hizo pensar que estaba cerca fue un camino de tierra que se abría a su
izquierda, pero no se atrevió a tomarlo. Detuvo su coche a un lado de la
carretera y consultó su GPS. Ni siquiera éste tenía datos de Lichtport. De
hecho, el aparato parecía no funcionar del todo bien.
A los pocos
minutos, una vieja y polvorienta furgoneta que provenía del norte se detuvo en
la entrada del camino y cerca de ella.
—¿Necesita
ayuda, señorita? —le preguntó el hombre que la conducía, de unos cincuenta
años, semicalvo y regordete.
—Estoy
buscando el camino a Lichtport, pero no estoy segura de que este sea el
correcto —dijo ella.
—Sí, lo es.
Está a uno dos kilómetros al este. Es un pueblo pequeño, ¿puedo preguntarle por
qué lo visita?
—Mi padre
acaba de fallecer y yo...
—¿Mía? ¿Eres
tú, Mía Gentile? —interrumpió de pronto la mujer que iba de acompañante, asomándose
desde la ventanilla por encima del hombre.
—Sí, soy yo.
Y ustedes son… Humm...
Al verlos
bajar de la furgoneta e ir hacia ella, Mía trató de encontrar en la mujer una
imagen familiar.
—Soy Nancy, ¿nos
recuerdas? Nancy y Elías Crousier, de la cafetería —le aclaró la robusta mujer mientras
se acercaba con los brazos extendidos.
—Oh, Nancy...
Vaya, no los reconocí. —Salió de su coche para recibir el abrazo de la mujer
que estaba tan emocionada de verla como una tía lejana a la que sólo se la ve
en Nochebuena.
—¡Ni nosotros
a ti! No te veíamos desde que eras una niña.
—Lamentamos
mucho lo de tu padre —agregó Elías.
—Gracias.
Debo ir a su casa ahora, pero la verdad es que no sé cómo llegar.
—Sube a tu coche
y síguenos; te guiaremos hasta allí —le dijo Nancy—. Pero antes haremos una
parada en la cafetería; tenemos productos congelados que se pueden echar a
perder.
—Por
supuesto. —Mía sonrió agradecida.
Mientras
conducía detrás los Crousier, trató de recordar algo sobre ellos para no
sentirse tan avergonzaba ante su falta de memoria. Sin embargo, sentía que
había sido en otra vida. Los recuerdos eran tan lejanos que su mente corría una
maratón para alcanzarlos. De repente, a su boca volvió el sabor de las
deliciosas tartas de manzana de Elías, las cuales ella solía devorar hasta el
empacho, dejándola sin más opción que la de reducir el recuerdo a un sabor.
El camino de
tierra era irregular y la obligaba a conducir despacio y con cuidado, mientras
los pinos, árboles y arbustos comenzaban a volverse más y más frondosos conforme
se internaba hacia el Este.
Finalmente, ingresaron
a Lichtport. No había ningún cartel de bienvenida, no se leía en ningún lado el
nombre del pueblo ni mucho menos la cantidad de habitantes. Daba la impresión de
que allí todos eran marginados sociales, delincuentes buscados o simplemente reacios
a la civilización, pero no por ello carecía de encanto.
Mía observó
con detalles cada rincón, casa y esquina del pueblo. Lo percibió algo lúgubre
por ser pequeño y reservado; sin embargo, los colores abundaban, los árboles se
veían robustos y las flores decoraban los jardines delanteros como un
espectáculo de natural multicolor. Extrañamente, sobraban las rosas casi negras
que tanto le atraían. Ella sentía atracción por lo oscuro.
El cielo
estaba cubierto por pesadas nubes que hacían que el calor se concentrara en
todos lados. El silencio era aturdidor y la quietud, aterradora. Más que en un
mundo aparte, se sentía en The Twilight
Zone. Los pueblerinos eran bastante conservadores y, entre las doce y las quince,
la siesta parecía una obligación más que una tradición. Mía recordaba que sus pocos
habitantes vivían de la pesca, la agricultura y algunos animales de granja que
ellos mismos criaban y vendían a pueblos vecinos. Sus frutas y vegetales eran naturalmente
exquisitos.
Cuando al fin
aparcaron junto a la cafetería, Nancy fue a por ella de inmediato.
—¡Querida,
ven! Te serviré algo de beber, has conducido por horas, ¿cierto?
—Sí, más de
lo que debería. No acostumbro a viajar tanto —respondió mirando a su alrededor tras
entrar a la cafetería detrás de Nancy.
Definitivamente
no habían hecho muchas reformas en las últimas dos décadas. El negocio mantenía
su estilo rústico y de los años cincuenta, pero sin colores brillantes, luces
de neón, rocolas, ni camareras de grandes pechos. Aún así, se sentía acogedor y
tranquilo.
—No hay mucha
gente por aquí a estas horas, ¿verdad? —comentó ante el silencio y vacío que la
rodeaba.
—El Diablo
anda suelto, pero no por mucho tiempo más —dijo Elías mientras cargaba unas
cajas hacia la despensa.
Allí ella recordó
que en Lichtport la vida estaba regida por las horas canónicas, una división
del tiempo utilizada en los monasterios de la Edad Media que en el
pueblo ayudaba a organizar la vida premoderna. En el medioevo se creía que a la
denominada “hora sexta” (las doce del mediodía) el demonio meridiano andaba
suelto y por esa razón la gente se guardaba en sus casas hasta la “hora novena”
(las tres de la tarde). Por supuesto que a la humanidad le llevó mucho tiempo
darse cuenta de que durante esas tres horas el sol alcanzaba su punto más alto
y que el extenuante calor del verano podía generar malestares que se confundían
con algún tipo de posesión demoníaca. Tal vez el pueblo de Lichtport no era una
abadía medieval exactamente, pero tampoco parecía haber oído hablar de la Revolución Industrial.
—¿Necesita
ayuda con esas cajas? —le preguntó Mía con su instinto de amabilidad, aunque
rogó que este se negase.
—Gracias, linda,
pero para eso tengo un hijo. ¡Nancy, despierta a Jared! —exclamó con voz ronca.
Enseguida un
joven apareció desde el pequeño corredor trasero, acomodándose su playera y su rubio
cabello con las manos. Se frotó los ojos y se tapó la boca al bostezar.
—Aquí estoy,
papá. No tienes que gritar —dijo.
—Jared, ella
es Mía, la hija de Daniel.
El joven,
unos años menor que ella, tardó unos segundos en reaccionar. La miró
sorprendido y después la abrazó emocionado.
—¡Mía, hola!
Al fin te conozco.
—Hola, Jared —respondió
algo atónita ante su amistoso saludo—. Vaya... La última vez que te vi apenas sabías caminar.
—Sí, el
tiempo vuela —rió. El comentario de Mía lo apenó un poco—. Daniel solía
hablarme siempre de ti.
—Y a mí de ti,
te tenía mucho aprecio. Me dijo que le habías prestado tu notebook para que me
escribiera.
—Así fue. No
hay mucha tecnología en Lichtport y Daniel no se llevaba muy bien con las
máquinas.
—Lo sé.
—Jared, ayuda
a tu padre —le reclamó Nancy con tono mandón y el muchacho obedeció
instantáneamente; parecía carecer de voluntad propia—. Mía, toma asiento. ¿Qué
quieres beber? Tengo naranjas frescas, ¿te apetece un jugo?
—El jugo estaría bien,
gracias. —Sonrió mientras tomaba asiento en uno de los taburetes frente a la
barra.
Nancy le
comentó que contaban con pequeños huertos y granjas, pero que los productos
elaborados había que traerlos de Ravensburg. Una vez al mes, cargaban su furgoneta
para abastecer la cafetería y ofrecerles a sus clientes otras opciones fuera
del reducido menú de pollo con ensalada y tarta de manzana.
En cuanto Nancy
clavó su cuchillo sobre la primera naranja, el aroma dulzón se extendió en todo
el lugar. Elías y Jared entraban y salían cargando cajas y más cajas, llenando
el enorme refrigerador en el fondo de la cafetería, la despensa y los escaparates
detrás de la barra.
—Solo tomará
unos minutos y luego te guiaremos hasta tu casa —dijo Nancy—. Y recuerda que
puedes contar con nosotros para lo que necesites.
“Tu casa”
sonó extraño para Mía.
—Te lo
agradezco mucho, pero antes debo pasar por la comisaría. El alguacil me dijo
que tiene algunas pertenencias de mi padre, incluyendo las llaves.
—Descuida, la
comisaría está a unos pocos metros de aquí. Te acompañaré.
No terminó de
pronunciar la última palabra que dos hombres entraron a la cafetería. El mayor que
vestía uniforme policial era el alguacil David Rourke, de expresión serena y
pasos firmes, cabellos canos bajo el sombrero y una expresión apacible. Lo
acompañaba uno más joven que llamó la atención de Mía al instante; lo envolvía
una especie de aura extraña que hacía de su presencia algo inquietante,
provocando en ella sentimientos contradictorios de atracción y repulsión a la
vez.
—Buenas
tardes, Nancy —dijo el alguacil.
—David, Seth,
qué bueno que están aquí. Ella es Mía, la hija de Daniel. Acaba de llegar.
—Ah, sí.
Hablamos por teléfono ayer. —Cuando David le estrechó su mano, ella notó que se
veía más mayor de cerca. Debía rozar los sesenta años—. Bienvenida a Lichtport,
Mía. No te esperaba tan pronto.
—Usted debe
ser el alguacil Rourke. Le agradezco mucho las molestias que se ha tomado —dijo
ella.
—Es lo mínimo
que podía hacer, Daniel era un buen amigo —declaró quitándose el sombrero, como
un gesto de respeto o simplemente por el fastidioso calor—. Este es el
detective Seth Bauwens, trabaja en el caso —agregó, presentándole a su
compañero.
—Lamento que
nos conozcamos en estas circunstancias —dijo Seth, quien también estrechó su
mano y en el preciso instante en que se tocaron, una pequeña descarga
electroestática recorrió sus cuerpos, alejando sus manos de manera instintiva.
—¡Ouch! Lo
siento. Estoy algo nerviosa —confesó ella avergonzada. No era la primera vez que
le sucedía algo así.
Seth la miró
de modo curioso.
Así era Seth
Bauwens: el detective, centinela y eterno vigilante. De cabello corto oscuro y
ojos pequeños, cuerpo atlético, porte sobrio, rostro serio y autoexigencia
desmedida, Seth era además un obsesivo que dedicaba su tiempo y habilidades al
servicio de la comunidad.
Nancy le
acercó a Mía un vaso de zumo fresco y después abrió unos refrescos para los oficiales.
—Te agradezco
que hayas venido tan rápido, Mía. Lo de tu padre nos tomó a todos por sorpresa —continuó
David—. El detective Bauwens ha venido desde Ravensburg con los resultados de
la autopsia. Mañana trasladarán el cuerpo para el funeral.
—Ha sido de
mucha ayuda, alguacil. Realmente no sé cómo actuar en situaciones como éstas.
Cuando mi madre falleció, mi padre viajó y se encargó de todo. Yo no era de
mucha ayuda en aquel entonces —comentó cabizbaja.
—Descuida, nosotros
nos encargaremos de todo. —Colocó su mano en el hombro de Mía, un gesto amable y
casi familiar que a ella le sorprendió. A veces olvidaba que muchos allí la
conocían desde pequeña.
Sin embargo, comenzaba
a sentirse ansiosa e incómoda. No podía creer que su padre estaba muerto.
Quizás eran los ansiolíticos los que la mantenían en un estado casi anestésico,
pero ese día se había mantenido lúcida debido al viaje. Su salud mental había
mejorado mucho en los últimos años y casi ya no necesitaba los medicamentos,
pero desde que supo lo de su padre, se vio obligada a retomar al menos un
mínimo consumo de bromazepam.
Seth notó el
malestar que en ella crecía y le preguntó si necesitaba algo, procurando
comportarse de un modo cortés pero distante, como un buen profesional de la Ley.
—Si no les
molesta, quisiera ir a la casa en cuanto antes —dijo—. Estoy algo mareada, conduje
muchas horas y el calor es agobiante.
—Por supuesto.
Mía le
agradeció la amabilidad a los Crousier y siguió a los oficiales hasta la
comisaría, donde el alguacil le entregó las pertenencias que tenía su padre la
noche que lo encontraron: las llaves de la casa, su reloj de pulsera, la
escopeta de caza y las municiones. Estas dos últimas cosas prefirió dejarlas en
la comisaría; no le agradaban las armas de fuego en absoluto.
Después de
firmar algunos papeles, le pidió a David —con lo que no creyó una vergüenza tan
evidente— que condujera frente a ella para indicarle el camino hasta la casa.
—Seth, será
mejor que acompañes a Mía en su coche —le pidió el alguacil al detective—. No
sería prudente que condujera si no se siente bien
—Descuiden,
puedo hacerlo —aseguró ella.
—De todas
formas, iré con usted por si acaso —dijo Seth.
David partió
en el coche de policía y Mía condujo despacio tras él por las calles tranquilas,
reconociendo algunas esquinas y otras no. El pueblo no había crecido mucho desde
que ella se había ido, solo unas pocas casas nuevas y algunas reformadas, o quizás
simplemente no las recordaba bien.
—¿Es cierto
que nunca visitó Lichtport desde que se fue? —preguntó Seth para romper el
silencio.
—Sí, fueron
unos veinte largos años. Es por eso que apenas si tengo escasos recuerdos. Mi
mente está algo... fragmentada.
—¿Y cuándo
vio a su padre por última vez?
—A finales del
pasado año, antes de Navidad. Él me visitó a mí, como siempre. No solíamos
vernos más que una o dos veces al año como mucho. He sido una hija bastante
ausente.
—Tengo
entendido que no tenían una buena relación.
—Podría haber
sido peor… o mejor —suspiró—, pero era mi padre después de todo —agregó,
encogiéndose de hombros.
—¿Por qué lo
dice de ese modo?
—De pequeña
yo enfermé y… las cosas se complicaron y necesité tratamientos especiales, así
que mi madre y yo nos instalamos en la capital. Mi padre, claro, no quiso
abandonar Lichtport; prefirió este pueblo a su hija.
—Suena como
si le guardara resentimiento.
—Una parte de
mí siempre lo hizo. Nunca pude comprender qué tenía este lugar para que se
atara tanto a él, incluso para que lo antepusiera a su propia hija enferma.
—Pero él la
visitaba a usted.
—Al principio
viajaba a menudo para verme. Luego yo crecí, mejoré y las visitas disminuyeron.
—Su voz sonó algo débil y notó que Seth tomaba nota de todo lo que ella decía—.
No sabía que esto fuera un interrogatorio.
—Es mi
trabajo, pero si en este momento le incomoda, podemos continuar después.
—No, está
bien. De todos modos, creo que ya hemos llegado.
H.K.,
ResponderEliminarBueno, primero que nada, atrapante. De verdad, invita a seguir leyendo. Creo que eso está muy bien logrado. Por otro lado, me parece muy gráfica, o tal vez no sea la palabra, pero muy "cinematográfica" en el sentido de que podría tranquilamente ser un guión (me da esa impresión, tal vez no se me entienda). Después, hay unos pocos errores de tipeo, que a veces obligan a releer la frase. Sin más, me voy a leer la 2da parte.
Tiene una trama que enlaza de una, me gusta la manera de narrarla.
ResponderEliminarEl otro día leí la mitad, acabo de terminar y seguiré por la siguiente parte!! *-* Me encanta!!! Me ha atrapado y aún no ha habido acción, el suspenso que le pones es cautivante!
ResponderEliminarSaluditos ;)
¡Muchas gracias, Savy! Ya me pasaré yo por el tuyo a leerte también. Dame tiempo, por favor, que ando liadísimo.
ResponderEliminarSaludos!
Tranquilo!!! ;) Todo a su tiempo...!! Animooooo!! Que tu puedes!! ;)
ResponderEliminarSaluditos!
Me he leido la primera parte y no quiero dejar de leer espero mañana continuar sin parar, esta increible, te atrapa desde el principio
ResponderEliminarGracias, Bell-Mia!!! Bienvenida a Lichtport y espero que disfrutes mucho tu visita. Tu comentario me da mucho ánimo :)
ResponderEliminarBell no es justo que te llames como la potra!! xD Por qué no hay una Savy?? xD
ResponderEliminarajajaja
Genial..esta muy interesante.. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarMe encanta..eso es todo que le sigo ahora con la otra parte...¡¡
Genial..esta muy interesante.. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarMe encanta..eso es todo que le sigo ahora con la otra parte...¡¡
Gracias, Neiglo! Bienvenida a Lichtport. Espero disfrutes tus visitas.
ResponderEliminarHola!!!
ResponderEliminarAcabo de conocer tu blog y desde ya estoy enganchada con la historia... que misteriosa!!!! me encanto...
Te leo...
Bienvenida a Lichtport, yeralprincess. Gracias por tus palabras y espero que disfrutes tu estancia aquí.
ResponderEliminarSaludos,
Al fin saco un rato para pasarme por tu blog kramer. Esta introducción me pareció bastante inquietante. Coincido con lo que comentan, que tiene un aire cinematográfico muy agradable. Como la primera escena de esas películas de terror, donde sabes que va a pasar algo, pero al final no pasa, y tienes que esperar para después. Eso es bueno porque atrapa.
ResponderEliminarSigo adelante, ¡Saludos!
anibx, gracias por tu comentario y tu visita.
ResponderEliminarSaludos!
Me ha gustado mucho, muy intrigante desde el principio. Seguiré leyendo. Saludos
ResponderEliminarGracias, Estefanía. Espero que disfrutes tu estadía ;)
ResponderEliminarSaludos!
Kramer, al fin me tomé un tiempo para empezar tu historia, y aunque solo he leído este capítulo me parece una novela muy profesional, me puedo imaginar todo perfectamente y desde luego despierta mi curiosidad.
ResponderEliminarEspero poder continuar pronto, un saludo.
Gracias, Galena, y bienvenida a Lichtport. Espero que lo disfrutes.
ResponderEliminarSaludos ;)
Holaaa!!! Me gusta mucho tu historia muy misteriosa!!! jaja si tienes tiempo pasate a leer la mia mi blog es http://prisionera-del-destino.blogspot.com/
ResponderEliminarSaludos y mucha suerte en todo!!!
Daii
¡Hola Kramer! Por fin he venido a empezar a leer tu novela, es muy intrigante esta introducción, en breve me pongo al dia :)
ResponderEliminarHola!!
ResponderEliminarAl fin me he dado un tiempo de leer esta historia a la que ya le traía ganas y debo decirte que no me has decepcionado para nada. Me gusta tu estilo y la fluidez de la narración.
Sin duda promete mucho. Sigo con la lectura.
Besos y saludos!!! ^^
Hola, Nina. Gracias por tu visita y comentario.
ResponderEliminarEspero que disfrutes la lectura.
Saludos!
Holaa!! =) me ha parecido muy interesante, así que te seguiré leyendo!! ya te pongo en mi lista de blogs por leer :)
ResponderEliminarte iré comentando =)
Es un comienzo interesante. Incluyendo la justificación del titulo, que una fanatica de la tecnología viaje a un pueblo no reconocido por el GPS. Y la electricidad estatica.
ResponderEliminar