A la mañana
siguiente, Mía recibió un mensaje de Lorna, ofreciéndole llevarla al
cementerio. Después de todo, no tenía idea cómo llegar, así que cruzó hacia la
casa Spiegel después de alinearse. Allí saludó a Galatea, que apenas podía
caminar, por lo que pasaba la mayor parte del tiempo en una silla de ruedas. Su
osteoporosis había avanzado mucho y su cuerpo se resquebrajaba poco a poco. Su
sobrina no dejaba de culpar a los cincuenta años de bibliotecaria que Galatea
había padecido en Ravensburg; decía que su obsesión por los libros la había
hecho esclava de una vida sedentaria que acabó arruinado su cuerpo.
Era toda una
vieja gruñona. Luego de darle a duras penas sus condolencias a Mía, se limitó a
quejarse de los dolores de huesos y se quedó en la casa.
El cementerio
estaba en los límites del pueblo y cerca del bosque que unía a Lichtport con Ravensburg.
Al llegar, Mía se sorprendió de ver tantas flores rodeando el ataúd de su
padre. Parecía un espectáculo de todos los colores del arco iris. Incluso había
muchas rosas negras, de esas que crecían por la región. Algunas personas habían
llegado antes que ella y eso la avergonzó.
—Por favor,
no te alejes de mí —le susurró a Lorna, tomándole la mano fuertemente. Ella era
lo más cercano a una amiga en esos momentos y la única a quien aferrarse, lo
cual le resultó bastante patético.
El reverendo
Grant, religioso del pueblo, la saludó y le pidió que no vacilara en decir unas
palabras si así lo deseaba. Después se le acercaron los Crousier para saludarla,
le siguieron los Ruskin, los Renau, el alguacil Rourke y su hijo Eric, el
detective Bauwens, la señora Mason, la señorita Martin y la lista continuó. Mía
no tenía más opción que bajar la cabeza y agradecer el pésame de personas que
habían conocido a Daniel mucho más que su propia hija.
Unos minutos más
tarde, algunos tomaron asiento y otros se mantuvieron de pie, junto a los que
llegaron retrasados. El pueblo entero y algunas personas de Ravensburg acudieron
al funeral. En algunos se podía ver un dolor genuino, pero la mayoría estaba
allí por puro compromiso o para aprovechar la comida gratis en la posterior recepción.
Un cuervo se
sumó a la ceremonia, posándose sobre una alta rama como si quisiera obtener una
vista panorámica. Mía alzó la vista para verlo y en ese momento descubrió que entre
la gente se abría paso un hombre. Su andar era pausado y cauteloso, como si
quisiera pasar inadvertido. Llevaba ropa informal, como la mayoría de los
presentes, y su rebelde y oscuro cabello resaltaba cierta palidez. A pesar de
su esfuerzo por peinarlo hacia atrás, la brisa empujaba delgados cabellos sobre
su rostro, cubriéndole la mirada.
Su presencia
inquietó a Mía más de lo que ya estaba. Con disimulo, se inclinó hacia Lorna y le
susurró con sigilo:
—¿Ese es...?
—Es Milo.
—¿Dijiste que
es el hijo de Jonás?
—Sí, es un
tipo algo extraño.
—¿En qué
sentido?
—Habla con los
cuervos.
Mía no supo
qué decir.
El reverendo
Grant se acercó al pequeño estrado y comenzó la sencilla ceremonia. Todo
sucedió en cámara lenta. Mía percibía sonidos lejanos de voces desconocidas e
imágenes borrosas que no distinguía con claridad. No solo los calmantes la
mantenían en un estado de permanente duermevela, sino que el vacío que la
cubría tampoco la dejaba enfocar su atención en la realidad que la rodeaba. Se
sentía ausente, como en una especie de trance al que ya estaba habituada, hasta
que de repente Lorna le soltó la mano y le indicó el estrado. El reverendo
Grant la invitaba a hablar, pero ella no tenía idea de qué transmitirle a un
grupo de completos desconocidos. Respiró hondo y se paró junto al reverendo
para mirar a todos los presentes, que la observaban como a un bicho raro,
mientras otros fingían estar demasiado dolidos para levantar la mirada.
—Realmente no
sé qué decir —confesó—. Es difícil regresar a mi pueblo natal después de tantos
años, pero más difícil es perder a un padre de repente y saber que todos
ustedes compartieron con él mucho más tiempo del que yo pude compartir —admitió
sin miramientos, lo que hizo que los atentos se sorprendieran y que los indiferentes
le prestaran atención—. Han pasado menos de veinticuatro horas desde que llegué
y he recibido el afecto de personas que apenas recuerdo, como si ellos me
conociesen de toda la vida. Me recibieron mejor que en cualquier otro lugar que
he estado y es ahora, al verlos a todos aquí, que creo comprender por qué mi
padre amaba tanto este pueblo.
Un nudo en su
garganta le impidió continuar y las lágrimas la invadieron. Trató de
contenerlas, ocultando su rostro para tomar aire antes de volver a mirarlos.
Todos respetaron su pausa, aunque no faltó el inevitable “cof cof” de alguien que
hace del silencio algo más incómodo. Cuando alzó la cabeza nuevamente,
vislumbró a un hombre alto y elegante, de cabellos dorados y rostro perfecto.
Estaba parado con sus manos juntas al fente y cerca de los presentes que
estaban de pie, pero no con ellos. Más que un hombre, lucía como una figura pintada
sobre el macabro paisaje del cementerio, una figura demasiado llamativa. Para
ella, su silueta resplandecía, destacándose de entre todos los demás, y no sólo
por el hecho de permanecer firme como un soldado, sino porque su presencia era imponente
e inquietante.
Después notó
que Milo volteó para mirar a aquel elegante extraño y que este le respondió con
un leve movimiento de cabeza a modo de saludo, tras lo cual la miró a ella. En
sus ojos destelló una luz que la paralizó de modo tal que no pudo volver a
hablar. El reverendo Grant agregó unas últimas palabras y Mía, completamente
perdida en su confusión y en su dolor, colocó sobre el ataúd aquel pequeño
muñeco de felpa que había hallado en el escritorio del despacho para que una
vez más la uniera a su padre, ahora desde el más allá.
La ceremonia
concluyó y la gente comenzó a dispersarse. La recepción continuaría en la
cafetería por cortesía de los Crousier. Mía se tomó unos minutos a solas
mientras su padre descendía hacia su última morada. Un entierro cristiano era
lo que hubiese querido él. Supo que, de todas formas, los habitantes de Lichtport
no le hubiesen permitido otra cosa. Después de todo, para la mayoría de esas
personas, ella era la hija ausente de Daniel Gentile y nada más.
De pronto, el
cuervo de la rama voló y se posó sobre la lápida, pero Mía no se asustó, al
contrario. Miró a la sombría criatura y le dedicó una leve sonrisa para agradecerle
su presencia.
—No podría
ser más cliché, ¿verdad? Solo falta la lluvia —se dijo a sí misma, pero,
irónicamente, era un hermoso día soleado.
Luego observó
al cuervo con mayor detenimiento y notó algo extraño en su ojo izquierdo: se
veía apagado, sin brillo, como si estuviese ciego. El ave la miró moviendo su
cabeza de un lado al otro, tal como un perro tratando de comprender a su amo
cuando le habla. Ella sabía que los cuervos eran animales muy inteligentes,
pero este en particular parecía estar examinándola de pies a cabeza, y en un
intento por abstraerse del deprimente escenario que la rodeaba, se preguntó
dónde estaba su cámara fotográfica cuando más la necesitaba.
—Lamento
mucho lo de su padre. —Una profunda y sigilosa voz la desconcentró.
Mía volteó y
descubrió a Milo. Al igual que con Seth, sintió esa extraña atracción y
repulsión combinadas, pero aún más intensa, algo misterioso que la atraía y la
alejaba de manera inexplicable. Sin embargo, esta vez se sumaba una nueva
sensación, una que se asemejaba al amor a primera vista, solo que no era ni el
momento ni el lugar indicado para identificarla como tal.
—Soy Milo
Boucher —continuó él, presentándose con una seriedad que le heló la sangre.
—Mía Gentile.
—Le estrechó su mano y sintió otra vez aquel incómodo cosquilleo, del cual se
disculpó avergonzada.
El cuervo graznó
y voló hacia el hombro de Milo como una mascota domesticada.
—Este es Bael
—agregó, presentándole al ave que lucía más amigable que su dueño.
—Gusto en
conocerlo —dijo—, y a Bael.
—De hecho, ya
nos conocíamos.
Ella hizo una
mueca; comenzaba a acostumbrarse a que la gente le evidenciara su falta de
memoria.
—No la culpo,
se fue cuando era muy pequeña —agregó—. Mi padre no ha podido asistir hoy debido
a su frágil salud, pero le envía sus condolencias. En cuanto mejore, la visitará
para dárselas personalmente.
—Se lo
agradezco. Recuerdo a Jonás, su padre, y espero que se recupere pronto.
Se miraron
fijamente, tratando de comprender qué era esa misteriosa energía que los
separaba, una suerte de delgado pero poderoso campo de fuerza invisible entre
ellos que, paradójicamente, al mismo tiempo los atraía.
Milo Boucher guardián
del faro, pescador, agricultor y comerciante de tiempo completo; un solitario
amante de la naturaleza y enemigo declarado de la vertiginosa vida
metropolitana que odiaba los teléfonos celulares, las cámaras digitales y los
ordenadores. Sus pasatiempos eran hacer crucigramas, criar cuervos y maldecir a
la humanidad.
Milo era
además serio, frío y distante, de tal manera que se fusionaba con su alrededor
como una escultura funeraria más. También era curioso y no pudo evitar el deseo
de entrar en Mía y abrirse paso hacia sus emociones más profundas, donde el
miedo y la desesperación se guardaban bajo una llave de remedios recetados. Y en
ese preciso momento, Mía sintió que su cuerpo cosquilleó, avisándole que algo quería
invadirla, y de alguna forma se lo impidió. No estaba de humor para dejarse
llevar por los engaños de su dañada mente.
De repente, el
cuervo remontó vuelo.
—Ya casi es
la hora sexta —dijo Milo.
Mía miró su
reloj para confirmarlo. Era mediodía y el sol comenzaba a apretar.
—Sí, debo ir
a la recepción.
—Tendrá que
disculparme, pero no podré ir; mi padre me necesita.
—Lo entiendo.
Cuídelo bien, no cometa el mismo error que yo cometí —dijo y él hizo un leve movimiento
de cabeza que Mía interpretó como afirmación.
Se despidió y
ella lo contempló alejarse. El reverendo Grant se le acercó luego para unas últimas
palabras de consuelo y Mía aprovechó para preguntarle por Caín Stärker, quien
se presentó ante ella con su impecable porte y su intrigante mirada.
—Lamento
mucho su pérdida —le dijo y la abrazó.
Mía se quedó pasmada.
Él era el
hombre elegante que permanecía de pie como soldado. De cerca era más inquietante
aún. Era alto y fornido, y sus cabellos de trigo brillaban a la luz del
mediodía, dibujando una misteriosa melodía. Sus profundos y verdes ojos parecían
dos esmeraldas perfectamente esculpidas. En su imaginación, Mía lo percibió
como una especie de antiguo rey germano, solo que aseado y con el corte de
cabello de un General nazi. Su traje oscuro resaltaba su rosada piel y la
expresión encantadoramente siniestra de su exquisito rostro.
Para algunos,
Caín Stärker era el nuevo Mesías; para otros, Satanás en traje de oficina.
—Quiero que
sepa que estoy a su entera disposición —continuó él.
—Ya hizo demasiado,
señor Stärker. Se ha tomado molestias que no debía.
—Estimaba
mucho a Daniel y él mismo me pidió que ayudara a su hija si algo llegara a
pasarle algún día. Hoy estoy cumpliendo mi promesa.
—Los gastos deben
haber sido...
—El dinero no
es problema —le interrumpió—. Daniel y yo éramos buenos amigos. Además, no
podía hacer menos conociendo su situación personal —añadió y eso hizo que ella
se tensara, pero el tono de Caín sonaba demasiado sutil y hasta seductor—. Cuente
conmigo para lo que necesite.
—Es muy
amable.
—Imagino que debe
sentirse extraña en Lichtport; regresar después de tantos años debe ser difícil,
pero si puedo hacer algo para que su estadía aquí sea mejor, no dude en
hacérmelo saber.
Ella alzó una
ceja, quizás suponiendo que se trataba de palabras vacías. Cierta frivolidad en
Caín la desalentaba, a pesar del evidente atractivo. Escarbó en su mente en
busca de algún recuerdo de él, una mísera imagen mental al menos, pero fue
inútil. Volvió a agradecerle todo lo que había hecho y vio a Lorna a la distancia
haciéndole señas para que se apresurara. La gente la esperaba en la cafetería.
Se despidió
de Caín y luego de su padre una última vez; esquivó algunas lápidas y se alejó.
No quería estar más allí.
Caín se
dispuso a retirarse también. Caminó unos pocos metros y se detuvo al pasar junto
a un robusto y frondoso árbol, donde descubrió a su espía sin necesidad de mirarlo.
—¿Qué
quieres, Milo? —dijo antes de voltear hacia él.
—Saber que
estás haciendo —respondió este con tono suspicaz.
—Siendo
amable.
—Ella no es
de los nuestros. Déjala en paz.
—Tiene una
doble naturaleza, ¿lo sabías?
—Pero no es
como nosotros —precisó y se acercó a él.
—Quizás estás
perdiendo tus habilidades. Tu alimentación no ha sido muy buena en las últimas...
¿cinco décadas? —dijo Caín con tono irónico—. Estás débil, puedo olerlo —agregó
con cierta malicia mientras caminaba a su alrededor para examinarlo mejor, y
siguió su camino—. Deberías volver a cazar, eso te haría más fuerte.
—Eso me haría
un asesino —masculló Milo y, en menos de un segundo, Caín se apareció frente a
él, congelándolo con su amenazante y oscura mirada, sin la menor señal de
humanidad en sus ojos teñidos de negro.
—Matar
cazadores no es asesinato —murmuró casi gruñendo—, es supervivencia.
—Qué curioso...
Ellos piensan igual respecto de nosotros —respondió Milo y sus ojos también se
volvieron infernales para demostrarle que aquella debilidad de la que lo
acusaba no era real—. Deja a Mía en paz —añadió y se alejó en dirección al
bosque.
Continúa en Cap. 1 (Parte 4)
dejo aqui la lectura, mañana seguire viendo a ver que le pasa a Mia, con estas nuevas personas que está conociendo, va muy bien la historia,bien narrada y con suspenso.
ResponderEliminar¡¡Oh!! ¡¡Dios!! Adoro a Caín y a Milo!!! =D Esta genial..!!
ResponderEliminarCada vez que leo una nueva parte me engancho más, escribes de manera espectacular! Me encanta!
>.<
Seguiré por más a ver si después me pongo a escriir!! xD
Cierto savy escribe..que quiero mas capis de los demonios..
ResponderEliminarahora sobre esta parte como me he reido con eso del rey pero aseado..ajajaajjajajajajajjaajaj me encanta....todo... le sigo por la otra parte jaajajaajajajj
jjaajajajaaja
Jajajaj, GRACIAS, NEI! ME gusta hacer reír entre tanto suspenso y drama, o al menos lo intento. Pero sin duda, La "reina de hacer reir en medio de la accion" es Val.
ResponderEliminarjajaajaajajajajajjaajajajaajjaj
ResponderEliminarpues me encanta tu sentido del humor.. jajajajaajjajajaja
Nuevo lector!!
ResponderEliminarCreo que mañana seguire con la lectura porque mis ojos ya no aguantan.
Me ha encantado; el suspenso, los misterios... el cuervo (perdón, Bael... no quiero que me saque los ojos!!
Hoy oficialmente me hago tu seguidor y me llevo tu banner de afiliación a mi blog ;)
Ya te dije que me gusto la trama?? Bueno, sino entonces te lo digo: ME GUSTO LA TRAMA.
En mi blognovela también aparece un cuervo... bueno, "era un cuervo".
Te estare dando lata con mis comentarios a partir de ahora ;)
Hola, Gerado. Muchas gracias por tu comentario. Bienvenido y espero que disfrutes tu estadía.
ResponderEliminarSaludos!
¡Me ha fascinado la entrada de estos dos personajes tan enigmáticos y diferentes entre sí!
ResponderEliminarComo que me quedo con Caín, se hace más interesante XD
Muy bien la historia, sigo con el proximo cap.
Saludos!! ^^