Carta abierta: lo nuevo se queda en la apariencia

Hace unos días leí un post de mi querida Mery que me animó a publicar esto que escribí hace un tiempo durante un momento de indignación y reflexión. Es una suerte de carta abierta, porque la escribí para mí mismo (suena esquizo, lo sé) y ahora la comparto con todos. Supongo que de vez en cuando está bueno.

Una noche de marzo del 2011

Hoy estoy indignado y no puedo evitar escribir al respecto. ¿La razón? Pues son varios títulos y autores, pero no son ellos los culpables directos, sino la industria cultural detrás de ellos.
Voy a empezar por el principio para tratar de explicarles mejor:
Resulta que escribo desde que aprendí el alfabeto. Solía leer y releer mucho a Wilde, a Poe, a Rimbaud, a Hesse, a Gautier, a Miller, a Artl… Rara vez leía a algún contemporáneo (una vez empecé uno de Coelho y lo abandoné a la mitad). Cuando comencé la universidad, mis lecturas se limitaron a cientos de textos académicos, así que ¿tiempo para leer una novela?, es buen chiste. El poco tiempo libre que me queda (además del trabajo), lo uso para escribir y, claro, recordarle a mi familia, amigos, pareja, etc. que todavía respiro.


Mis años de lecturas quedaron en novelas –en su mayoría- dramáticas, y así también mis propias obras, si bien alguna que otra con un toque sobrenatural, pero no traspasaban la frontera hacia el género de fantasía urbana (género que descubrí recientemente). Todo lo que había escrito hasta ahora era dramones y, según algunos amigos y familiares lectores, “no para cualquiera”. Esto se destacó con la única que me atreví a publicar, que si bien tuvo buenas críticas, me hizo sentir un escritor elitista que escribía para un público reducido, un público culto, entendedor, incluso académico, y eso me dio por los cojones. Así fue que a fines de 2009 me propuse escribir una novela “pasatista y pochoclera” y recuerdo que una amiga me dijo: “Pero vos ya tenés un estilo, ¡no podés hacer eso!”, como si le estuviese vendiendo mi alma al Diablo. En parte tenía razón, yo sentía que me estaba cagando en mis convicciones, pero también una parte de mí quería atreverse a escribir algo diferente.

Siempre me gustó el cine y alguna que otra serie de t.v., sobre todo de suspenso, algo de ciencia ficción y un poco de terror psicológico (no, no leo a Stephen King, pero soy fan de la saga de Silent Hill y ya les digo que la peli es una mierda comparado con las historias de los juegos). Lo vampiros me flipan desde que tengo memoria e incluso la primera novela que intenté escribir allá por los ‘90s era de vampiros. Claro que no me funcionó. Me dediqué al drama, sobre todo psicológico.
Entonces, volviendo a mis deseos de escribir algo pochoclero y pasatista empecé La Hora Sexta porque la moda de los vampiros, brujos, y/u hombres-lobo adolescentes me tenía hasta los cojones y al mismo tiempo quería incursionar en el género. Mi intención era aprovechar la moda “paranormal” a mi manera y me dije “¡Nada de vampiros!”.
Por supuesto que quería ser original, y eso pensé que hacía cuando introduje la historia de los nefis (semidemonios). Me estudié de arriba a bajo el mito de los nefilims, investigué sobre demonología, sobre nigromancia, etc., pero de todas formas, no me tenía fe.
Meses después abrí este blog para ir publicando LHS y ver qué respuesta tenía de parte de los lectores, y al mismo tiempo me zambullí de cabeza en la blogosfera, conociendo blogs literarios, libros y autores de lo que no tenía ni la menor idea de su existencia (recuerden que vivo en una cueva llamada “carrera universitaria”). Llevo ya unos meses investigando y descargando algunos de los libros que veo muy presente en la blogosfera. Hace no mucho leí Hush Hush, porque realmente quería saber qué tenía de especial, además de su portada, que –parafraseando a Los Simpson- es la peor estafa desde de “La historia sin fin”. Me la descargué y soporté 140 páginas de una pésima traducción llena de "horrores" de ortografía y gramática. Nunca leí este género de libros (bueno, una vez descargué y ojeé esa cosa llamada Crepúsculo, también para saber por qué tanto follón, pero no logré pasar ni la primera página). También empecé Personal Demons y dije “¡Basta! Esto es insufrible”. ¡TODAS TIENE LA MISMA PUTA FÓRMULA!:
-una escuela secundaria (en su mayoría, primer día de clases),
-la chica impopular pero especial,
-el chico malo (¿?) y misterioso que resulta ser vampiro, hombre-lobo o ¡¡¡nefilim!!!
“¡¡¡MIERDAAAAA!!! No soy original en eso”, me dije al descubrir que los nefilims ya estaban en estas novelas “consagradas”. PERO, al menos no tengo una protagonista adolescente que se enamora del chico nuevo que resulta ser un no-humano, que luego también se enamora de ella, pero como son de mundos diferentes todo se complica y bla bla bla… ¡Que manera de arruinar a toda una nueva generación de lectores y escritores! ¿Qué carajo es eso de vampiros vegetarianos y castos? ¡Joder!
Lo que más me saca de quicio es la manera desvergonzada en que la publicidad miente y que encima triunfe cuando TE VENDEN UNA COSA QUE NO ES!!! Cuando vi el booktrailer de Hush Hush, creí tener una epifanía, y cuando empecé a leer el libro… “¿Dónde está la emoción, lo oscuro, lo peligroso…? Esto es más monótono que un canto gregoriano, ¡por Dios!
¿Se dan cuenta de que estas novelas son todas iguales? No puedo dejar de recordar el episodio de Los Simpson Lisa contra la Baby Malibú, en el que Lisa diseña una muñeca luego de indignarse con la nueva Baby Malibú que habla, y la compañía, para competirle, saca a la venta otra muñeca QUE ES EXACTAMENTE IGUAL pero con sombrero.
Lisa le dice a las compradoras:
-¡No se dejen engañar! Es la misma tonta Baby Malibú con un sombrero distinto. Sigue teniendo todos los horrendos estereotipos de antes.
-Pero el sombrero es nuevo. ¡Yo la quiero, la quiero, la quiero!

 

Pero no todo es una mierda. Uno de los libros de vampiros también presentes hoy en día que ojeé y no me indignó fue Muertos hasta el anochecer. Ahí recuperé un mínimo de esperanza. “Aún se puede escribir fantasía paranormal para adultos. No todo tiene que ser para adolescentes”, pensé y seguí adelante. LHS comenzó a tomar más y más vida, y yo comencé a sentirme muy bien escribiéndola, porque después de todo, yo escribo para mí, es puro autoerotismo narcisista (véase El poeta y la fantasía de Freud).

Y aquí aparece el Kramer académico para recordar a su filósofo favorito, Theodor Adorno:

"La novedad es la etiqueta bajo la que el mercado ofrece siempre a los consumidores las misma mercancías (…). En la sociedad de consumo, la categoría de lo nuevo se queda en la apariencia, no designa la esencia de la mercancía, sino la apariencia que se le impone artificialmente (pues lo nuevo en la mercancía es sólo la presentación). (…) La resistencia que Adorno cree descubrir queda reservado al sujeto crítico, que en virtud de un pensamiento dialéctico puede percibir la positividad en lo negativo".

¿Seré yo un sujeto crítico? ¿O mejor dicho, un oportunista? Escribo una novela aprovechando la moda, pero al mismo tiempo le doy mi toque personal. ¿Llegaré a algo? No lo sé, pero al menos me siento bien escribiendo lo que escribo.