La hora sexta - booktrailer

Disclaimer: las imágenes contenidas en este blog han sido en su mayoría trabajadas digitalmente por mí a partir de fotos recogidas en la web. Las hago con fines ilustrativos y artísticos y SIN ningún ánimo de lucro. Si algún elemento que haya utilizado para ellas es de tu propiedad y deseas que lo quite, simplemente contáctame.

25 enero 2011

Nuevos cómplices de LHS

Los nefis quieren tomar la blogósfera por asalto y ya tienen dos cómplices: Viviendo Libro y Estantería Azul, dos increíbles blogs sobre novedades literarias, reseñas, concursos, desafíos, campañas y todo lo relacionado con el mundo de las letras.
Aún no he descubierto si Iona y Cris, las administradoras, son nefis, nigromantes, cazadoras o humanas comunes y corrientes, pero de todas formas les agradezco enormemente el haber informado a todos sus lectores la llegada de Mía a Lichtport.

Visitá sus blogs y descubrilas:

Estantería Azul


19 enero 2011

Campaña Anti-Plagio y Premio “Soy Original”

El plagio es como el asesinato, pues arrebatarle los sueños a un artista es como robarle la vida misma. Por lo tanto, si respetás el trabajo ajeno y querés que también respeten el tuyo, unite a estas iniciativas. Se trata de -como dice el título- la Campaña Anti-Plagio y el Premio "Soy Original", creados por las escritoras Brianna Callum (Argentina) y Mary Heathcliff (Colombia) respectivamente.

¿Cómo participar? Simplemente agregando los banners en tu blog y, si lo deseas, dejando un comentario en los de las talentosas creadoras. Mary Heathcliff nos pide también que incluyamos una frase corta sobre la originalidad.
















Difundí esta noticias y ayudá a crear conciencia sobre la importancia de ser original y no robar las ilusiones de los demás.

Más información:
Brianna Callum
Mary Heathcliff
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17 enero 2011

Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Parte 5)

Enlace a Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Parte 4)


Todo el pueblo continuó en la recepción, pero el detective Seth Bauwens condujo hacia el norte, cerca de los límites del pueblo. El cuervo volaba sobre su automóvil como un acompañante silencioso. Aparcó junto al Audi de Caín, frente a una casa aislada entre pinos, cipreses, nogales y manzanos; miró al cuervo que se había posado sobre la barandilla de madera del porche y entró sin golpear. Caín, Milo y Jonás lo estaban esperando en la austera sala.
—Creo que tendremos un nuevo habitante en Lichtport —les dijo.
—Mía Gentile, la hija de Daniel —anticipó Jonás, con su voz ronca y gastada—. Milo me ha dicho que parece agradable, pero que todos han percibido algo inusual en ella, ¿cierto?
—Pues sus emociones son demasiado confusas y solo percibo imágenes erráticas —confesó el detective—. Debemos ser cautelosos. Su contacto con su padre ha sido escaso todos estos años y no sabemos cuánto sabe de nosotros.
—Para eso estás tú aquí, Seth. Si hay algo extraño en ella, lo sabrás antes que nadie.  
—La chica no causará problemas. Solo está angustiada, eso es todo —interrumpió Caín con tono seguro y relajado—. En unos días volverá a su casa. Por lo tanto, no veo razón para alarmarnos.
—Es cuestión de precaución, lo sabes muy bien —le dijo Seth.
—Entonces, les rogaría que vayamos al grano. Tengo una reunión en media hora.
Milo giró su cabeza para lanzarle una de sus punzantes miradas a Caín y, con lo que resultó ser un evidente sarcasmo, le dijo:
—El mundo de los negocios te tiene muy ocupado.

15 enero 2011

Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Parte 4)

Enlace a Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Parte 3)


En la cafetería de los Crousier, Mía continuaba recibiendo palabras de condolencia de personas que no conocía y que tampoco tenía la intención de conocer. ¿Quiénes eran? ¿Qué estaba haciendo ella allí? ¿Qué podía decirles a esas personas? Todo carecía de sentido. Y como si fuera poco, su aspecto no solo delataba su carácter foráneo, sino que además, ante los pueblerinos, la hacía sentirse una adoradora del Diablo. Su cabello oscuro, las uñas negras, la ropa de luto y su fotofobia patente en su palidez llamaban inevitablemente la atención.
—Oye, Mía, ¿conoces a Debbie? —le dijo Lorna, trayendo consigo a la joven Deborah Ruskin, que la saludó nuevamente con una tímida sonrisa (ya lo había hecho durante el funeral, pero no la había registrado).
—Hola, Deborah. Gracias por venir.
—Debbie tiene un gran talento con las flores. Deberías ver su jardín —continuó Lorna.  
—¡Qué bien! Yo no tengo suerte en la jardinería, cada planta que he tenido no ha sobrevivido más de tres meses.
—¿No te gustan las flores? —preguntó Debbie.
—Claro que sí. Algunas veces, mi padre me llevaba esas rosas negras que crecen por aquí. Me fascinan.

13 enero 2011

Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Parte 3)

Enlace a Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Parte 2)


A la mañana siguiente, Mía recibió un mensaje de Lorna, ofreciéndole llevarla al cementerio. Después de todo, no tenía idea cómo llegar, así que cruzó hacia la casa Spiegel después de alinearse. Allí saludó a Galatea, que apenas podía caminar, por lo que pasaba la mayor parte del tiempo en una silla de ruedas. Su osteoporosis había avanzado mucho y su cuerpo se resquebrajaba poco a poco. Su sobrina no dejaba de culpar a los cincuenta años de bibliotecaria que Galatea había padecido en Ravensburg; decía que su obsesión por los libros la había hecho esclava de una vida sedentaria que acabó arruinado su cuerpo.
Era toda una vieja gruñona. Luego de darle a duras penas sus condolencias a Mía, se limitó a quejarse de los dolores de huesos y se quedó en la casa.
El cementerio estaba en los límites del pueblo y cerca del bosque que unía a Lichtport con Ravensburg. Al llegar, Mía se sorprendió de ver tantas flores rodeando el ataúd de su padre. Parecía un espectáculo de todos los colores del arco iris. Incluso había muchas rosas negras, de esas que crecían por la región. Algunas personas habían llegado antes que ella y eso la avergonzó.
—Por favor, no te alejes de mí —le susurró a Lorna, tomándole la mano fuertemente. Ella era lo más cercano a una amiga en esos momentos y la única a quien aferrarse, lo cual le resultó bastante patético.

12 enero 2011

Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Parte 2)

Ir a Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Parte 1)



Velozmente, Mía se cubrió su boca para evitar gritar y dejó la habitación. Bajó las escaleras corriendo y salió de la casa por la puerta trasera de la cocina, invadida por una fuerza invisible que la obligó a alejarse de allí.
—¡Señorita Gentile! —Seth exclamó, siguiéndola.
Mía se dirigió hacia el mar, corriendo despavorida mientras escapaba del terror, y se detuvo justo en la orilla, antes de que el agua tocara sus pies. Ella le temía al mar.
 Dejó caer su cuerpo sobre la arena para llorar todo lo que había contenido y Seth se le acercó despacio, pero mantuvo una distancia prudente. Estaba más confundido que ella.
—Señorita Gentile, ¿se encuentra bien?
—No, otra vez no —murmuraba Mía, sujetándose la cabeza—. No puedo con esto,  ¡no ahora!
Esas imágenes aterradoras habían regresado después de años y no era el momento ni el lugar para dejarse dominar por sus miedos.
Seth podía sentir lo perturbada que estaba y experimentar el caos emocional que la cubría de arriba abajo. Sabía que debía hacer algo para ayudarla, pero que al mismo tiempo podía empeorar su estado si se acercaba demasiado.
—Mía, tranquilícese —le dijo—. Respire hondo y cuente hasta diez.
Ella lo intentó, pero no fue el consejo de Seth, sino el calmante que comenzaba a actuar lo que hizo que su cuerpo se relajaba lentamente.
El cielo tronó. La tormenta se acercaba. Seth la ayudó a ponerse de pie y la condujo hasta la casa, y en ese pequeño contacto entre sus manos, una oleada de imágenes pasó velozmente por la cabeza del detective hasta que todo se volvió negro.
Eso fue desconcertante.

10 enero 2011

Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Parte 1)

LEER Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Introducción)

La casa estaba junto a la costa, a unos metros del mar y rodeada de frondosos arbustos. Mía bajó del coche despacio y dubitativa, y se tomó unos segundos para mirarla con detenimiento. Una vez más estaba frente a su casa natal, donde había vivido sus primeros años y sus primeras pesadillas. La rodeó lentamente para observarla con detalle. Su padre había repintado el exterior de un color beige suave, pues no se veía como la recordaba.
Tanto Seth como David entendieron que debían darle unos minutos para reencontrarse con su pasado. Las imágenes de una infancia perturbada invadían la mente de Mía junto al sonido del mar y eso le provocaba escalofríos. Después caminó hacia la costa para poder contemplar la playa. Estaba vacía, excepto por los pájaros. Estando junto al mar, uno esperaría encontrarse con gaviotas, pero en Lichtport abundaban los cuervos. Eso sí lo recordaba, pues le agradaban, los consideraba animales muy bellos, pero también peligrosos. Como especie, los cuervos prefieren las zonas costeras o los bosques y en Lichtport encontraban ambas cosas.
Mía recorrió todo el horizonte con su mirada y allí lo vio: el viejo faro, aún en pie y una vez más hechizándola. Cerca de este, el pequeño y rústico muelle y un bote de pesca amarrado a él. Incluso a la distancia se podía percibir cómo se mecía sobre el mar que comenzaba a violentarse y eso la puso más nerviosa de lo que estaba.
Seth se le acercó y miró hacia el horizonte también. Las negras nubes se acercaban.
—Me temo que se aproxima una tormenta —le comentó.
—¿Lo cree? Se ve muy distante.
—Aquí las cosas nunca son lo que parecen. Será mejor que entre a la casa.
Y eso hizo ella junto a los oficiales.
Al dar el primer paso dentro, sus piernas temblaron. La casa estaba muda y fría como una tumba, todo estaba perfectamente en su lugar, aunque no muy limpio. Su padre no era exactamente un pulcro detallista. Primero observó cada centímetro de la sala, después se atrevió a tocar algunas cosas y entonces la angustia la invadió. Todo su cuerpo comenzó a tiritar y tuvo que esforzarse por contener el llanto.
Seth se inquietó al percibir la ola de dolor que había arrebatado a Mía de repente y le hizo una seña a David.
—Sabemos lo difícil que debe ser esto para ti, Mía —le dijo con un tono casi paternal—. ¿Quieres un poco de agua?
Mía lo miró de frente con sus ojos inundados:
—Ni siquiera recuerdo dónde está el refrigerador —dijo y se echó a llorar.
David se dirigió a la cocina sin vacilar. Conocía la casa de Daniel como la de un amigo de toda la vida y enseguida regresó con el vaso con agua. Mientras tanto, Mía hurgó en su bolso y tomó medio calmante de su pastillero para aplacar su ataque de angustia.  
—Es deprimente —añadió—, saber que usted ha pasado más tiempo en esta casa que yo.
—Tranquila, todo estará bien —le aseguró el alguacil y la hizo tomar asiento en el sofá—. Relájate y confía en nosotros. Ahora yo debo regresar a la comisaría, pero el detective Bauwens se quedará contigo hasta que te sientas mejor, ¿de acuerdo? Estaremos en contacto.
Ella se lo agradeció y David se marchó.
—¿Necesita algo más? —le preguntó Seth.
—Demasiadas cosas.
—Empiece por una.
—Podría tomar asiento y continuar con sus preguntas si lo desea.
Seth notó lo perturbada que estaba. Fue fácil para él percibir la confusión y el dolor que nublaban sus emociones y pensamientos, mientras ella batallaba por un poco de paz.
—No tenemos que hacerlo en este momento si no se siente bien.
—Estaré bien. El calmante hará efecto pronto.
—¿Eso fue lo que tomó? ¿Un calmante?
—En realidad solo fue medio. Mi psiquiatra me los indica —le aclaró.
—¿Para su... enfermedad?
—Esquizofrenia. Eso fue lo que me diagnosticaron cuando era pequeña.
—Pero ya está curada, ¿cierto?
—No existe cura permanente para eso, detective. La terapia ayuda y los medicamentos hacen el resto. Aunque hace años que no los necesito; solamente tomo algún calmante de vez en cuando.
—Bueno, es obvio que regresar a Lichtport es duro para usted, pero estoy seguro de que pronto podrá retomar su vida normal.
—“Normal”, ¡huh! —murmuró—. Me temo que tenemos conceptos muy diferentes de lo que es normal.
—No esté tan segura —respondió fríamente el detective y se puso de pie para observar con más detenimiento la casa—. ¿Le molesta si echo un vistazo?
—¿Le molesta si lo acompaño? Apenas recuerdo este lugar.
Primero se dirigieron a la cocina, donde se topó con los viejos y desgastados muebles. Aprovechó para revisar las alacenas, la despensa y el refrigerador y notar que no había mucho allí, además de apestosos pescados y algunas verduras ya pasadas. Más tarde tendría que limpiar todo aquello e ir de compras.
Después subieron las escaleras hacia la planta alta, donde estaban los dormitorios y el cuarto de baño. Daniel había convertido la antigua e infantil habitación de Mía en un sencillo despacho. Conservaba la cama, pero ahora había también una pequeña biblioteca y un escritorio. Sobre éste reposaba un muñeco de felpa que ella le había obsequiado hacía muchos años. Lo había ganado en Ravensburg, en una máquina de juegos para sacar premios con un gancho mecánico, y se lo había regalado a su padre al dejar el pueblo para que se sintieran siempre unidos. Lo había olvidado por completo.
Prefirió volver a enterrar ese recuerdo y continuar su expedición limitándose a lo superficial. Al ver el dormitorio principal, lleno de objetos personales y ropas de su padre, comprendió lo vacío que se sentía todo.
—¿Qué voy a hacer con todo esto? —se preguntó en voz alta.
—No tiene que preocuparse por eso ahora. Debería descansar.
—¿Y cómo rayos se supone que voy a dormir en esta cama? —agregó, sentándose en ella y limpiándose las lágrimas con la mano.
—Todo estará bien.
—Eso dicen todos, pero cuando recibí la llamada del alguacil Rourke, supe que no sería así por mucho tiempo. Mi padre, atacado por... ¿un lobo o un oso? Fue usted quien lo encontró herido en el bosque, ¿verdad?
—Sí, fui yo. El doctor Renau y su esposa no pudieron hacer nada por él. Lamento mucho no haber llegado antes.
—¿Conocía usted a mi padre?
—No éramos grandes amigos, pero este es un pueblo chico y todos nos conocemos bastante bien.
—Me resulta difícil creer lo que sucedió.
Mía era muy incrédula. Aunque Lichtport era su pueblo natal, no recordaba demasiados detalles y en toda su vida tampoco se interesó mucho en conocerlos. Fue luego de saber lo de su padre que investigó en Internet acerca de la región y no leyó nada sobre animales salvajes. Los cuervos, las lechuzas, algunas liebres y demás criaturas inofensivas eran las únicas que habitaban los bosques. Los lobos más próximos estaban a cientos de kilómetros de distancia y el único registro de personas atacadas por ellos databa de 1962 en las afueras de Ravensburg.
Seth sintió la suspicacia de Mía y se mantuvo atento. Ella lo miró y vio en su rostro una expresión extraña, como si se esforzara por descubrir algo en ella. De pronto, sobre sus rasgos casi perfectos se dibujó una imagen fugaz y aterradora: sus ojos se tornaron negros y su boca se abrió como la de una bestia hambrienta, descubriendo filosos dientes que parecían querer devorarla. La imagen era instantánea y veloz, aparecía y desaparecía como un televisor averiado que por momentos capta señales de otro mundo, refulgiendo como flashes e interponiéndose entre la realidad y la locura. 
Las alucinaciones habían regresado.


Continúa en Cap. 1 (Parte 2)

08 enero 2011

Cap. 1 Hogar agridulce hogar (Introducción)





Mía llevaba más de dos horas al volante cuando sus piernas comenzaron a quejarse. Le tomó varios minutos más por la desolada carretera encontrar una gasolinera y cafetería donde tomar un descanso y ordenar una bebida helada. Era mediodía y el calor era sofocante.
El lugar era de una dudosa salubridad, pero la sonrisa de la mesera compensaba la falta de higiene. Después de todo, sólo ordenaría una Pepsi y aprovecharía el receso para releer los últimos correos electrónicos en su ordenador portátil, pero su servicio de Internet móvil le dificultaba la tarea. Ella amaba la tecnología y la idea de regresar a Lichtport le aterraba, pues era uno de esos pueblos perdidos en el tiempo y en el mapa, y donde seguramente ni siquiera conocían el significado de la palabra Wi-Fi. Por fortuna, los últimos avances informáticos le permitían cargar orgullosamente su tecnofilia a cualquier sitio que fuera. A veces el servicio fallaba y Mía no se mordía la lengua a la hora de soltar insultos al aire, aunque eso atrajera la sorpresiva mirada de quienes estuvieran cerca. Se preguntaba por qué demonios invertía tanto dinero en todo eso, si no podía darle uso cuando quería.
Después de unos intentos fallidos, logró la conexión y entró a su casilla de correo.


De: d_gentile@hotmail.com
Para: mgentile83@hotmail.com
Asunto: Hola
Fecha: Martes, 6 de abril de 2010 19:50:42

Querida Mía, sé que esto te sorprenderá, no sólo por el hecho de que yo esté usando este medio que no termino de entender, sino además porque te escriba en lugar de telefonear. Han pasado meses desde la última vez que hablamos y no has respondido mis últimas llamadas. Quiero saber de ti, hija. Y considerando que tú amas los ordenadores e Internet, pensé que sería bueno de mi parte hacer el intento.
Jared, el hijo de Nancy y Elías, me ha prestado su notebook y creo que se está riendo a mis espaldas de lo lento que soy escribiendo en esta cosa, pero creo que podré mejorar con un poco más de práctica.
En fin, escríbeme, ¿sí? Tengo mi propia dirección de correo electrónico. ¿Puedes creerlo? Jared la abrió para mí y se encargará de chequearla a menudo.
Este correo debería emocionarte, pero no olvides que aún existe el teléfono.
Te quiero.
Papá


 
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